28.6.07

Anhelo

Después de un largo viaje nocturno, el soñador Quijote, junto a su fiel escudero Sancho Panza, se detienen en las cercanías de un molino en el viejo terruño de La Mancha.
-¿No pensáis, Don Quijote, que tras arduo y difícil recorrido, ya es hora propicia para detenernos y otorgar tiempo a nuestros compañeros de viaje para descansar?-
Dicho esto, el desnutrido y desganado rocín lanzó su chillido agónico y estupefacto, mientras que sus escuálidas patas flaqueaban y se desvanecían por efecto de la brisa del viento.
-¡Ah!, buen hombre, que en hora necesaria y certera haz dicho esto. Tomad y llevad a vuestro fiel acompañante para su descanso merecido-
Sancho, con paso seguro, tomó las riendas de su porcino y las de Rocinante para dirigirse a las orillas del río más cercano. Deja atados a los animales junto a unas rocas del lugar y luego vuelve al lado de su patrón. El ilusorio caballero, por su parte, se sienta bajo el alero del más magno y colosal rodaje de viento de la comarca.
¡Señor, señor! –le dice Sancho con voz sorprendida- ¿Es que ya no creéis que aquellos molinos son monstruosos gigantes, como solías pensar en las marchas anteriores?
El ingenuo Quijote lo mira con ojos desilusionados y llenos de nostalgia de los años anteriores.
-Sancho, ¿Habéis pensado, alguna vez, que la realidad se transforma y confabula en contra de los hombres puros? Muchas y variadas historias he leído yo acerca de caballeros andantes, que con sus lanzas traspasan la maldad y oscuridad que siempre nos envuelve alrededor, como si dagas en el tiempo entrecruzaran las más profundas y escondidas articulaciones de sueños… Me ha pasado ahora, Sancho, que me he agotado. Me agoto cada vez más de esta carrera que me he propuesto y he emprendido. Me canso de las humillaciones constantes, y no creáis, compañero, que antes no me había dado cuenta de aquello. La ilusión nos mata, a veces… nos aprieta el corazón y nos nubla la vista. Nos enceguece por no saber dar buenos pasos a pesar de conocer el camino por el cual debemos transitar, aunque, claro… hay males que siempre son necesarios.
Sancho se angustia por las palabras pronunciadas. Sus ojos se empapan de lágrimas tras escuchar aquel fatídico discurso. Aquella sensación de vida verdadera y realidad sucedida que se había formado gracias a las excéntricas aventuras que vivía día a día se desmorona tal cual torre se cae por no tener cimientos sólidos y adecuados, acordes a su peso y estructura.
-Hidalgo, ¿Qué os ha pasado?, ¿Acaso hemos confundido nuestros ideales frente al realismo? ¿Es que acaso, el tratarse de nuestras actitudes tan humanas pero soñadoras nos han provocado desazón en la búsqueda de la verdad y la justicia que, por cierto, se nos ha arraigado en el corazón con igual fuerza que la de las raíces bajo la tierra húmeda y espesa?... Hombre, ni en el día más trémulo ni en la noche más lúgubre debemos dejar de lado nuestras metas. No te desanimes, que la marcha que efectuamos tiene un final: es el término que nos hemos propuesto. No sólo nos beneficiará tal y como hemos confabulado, sino, que llenará nuestros corazones de júbilo, y nuestros pulmones se llenarán de aire mezclado con felicidad, tranquilidad y orgullo por haber efectuado todos nuestros actos con la mayor entrega y disponibilidad posibles. La capacidad de asombro, característica tuya innata, no la desperdicies, que en tiempo oportuno te ayudará a comprender a cabalidad lo que pasa en nuestro entorno. Quijote, tú me enseñaste que las cosas simples pero significativas nos colman de enseñanzas…
El idealista caballero se acomoda en el suelo. Le dice a Sancho Panza con tono asombrado: -Mi buen compañero… tú me lo haz dicho. La verdad que tanto anhelamos se va construyendo diariamente; nuestros propósitos, entonces, no carecen de sentido, razón e importancia, ya que nuestro argumento es la libertad… ¡Libertad! ¡Qué hermosa palabra!... Sigamos entonces, que el camino es largo y muchas cosas hemos de hacer. Proporcionémosle gozo al espíritu y continuemos en busca de nuestra fantasía.
Sancho, radiante de ánimo, va en busca de Rocinante y su porcino para seguir el viaje hacia el lugar anhelado y ameno, en donde nuevas tierras los esperan… nuevos olores, formas y colores que harán de la monotonía y la rutina cenizas consumidas, y bajo la sombra de la paz y esperanza, así, como protege la sombra del más alto y robusto roble, seguirán buscando y formando su propia verdad, para defender y definir la realidad indeterminada, junto con la que se formarán cada uno en el futuro.


(Paula - Sandra)

1 Comentarios:

A la/s 6/29/2007 04:08:00 a. m., Blogger Eleazar dijo...

Creo que las ilusiones están demasiado lejos de uno, y pienso que, siendo tan bellas, al ser contrapuestas con el diario vivir más que ser un estímulo para seguir son un lastre que nos hunde en la autocompasión.

"La ilusión nos mata, a veces..." Yo creo que siempre nos mata de una u otra manera.

Por el contrario, abandonar el futuro y sus promesas, todos esos grandes sueños o metas que tenemos, haciendo lo que quieres, en el momento que estimes preciso y tomándote todo el tiempo que desees comenzarás a vivir la vida de manera sencilla. Sin apremios, sin pensar en lo que va a venir ni en todo lo vivido. Vivir 'un día a la vez' hace de la vida algo pleno.

El futuro no existe, los sueños e ilusiones no existen, sólo hay un eterno presente creado sólo para que tú, y todos, tengan la oportunidad de sonreír.

Si el genio de Aladino se le apareciera a Don Quijote, ¿qué deseos pediría?

Uh! A dormir! Jaja, saludos =P

 

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